
Todo ha cambiado, la globalidad y la tecnología han diseñado un escenario nuevo que al mismo tiempo beneficia y perjudica al ser humano. De este modo podemos comprar online desde una cesta de fruta a un servicio sexual o pedir cita previa con el médico mediante una aplicación telefónica. Todo cambia excepto el espíritu corporativista y redentor de las los partidos políticos, aquél impulso primigenio que propició la Transición. Si por aquel entonces resultaba comprensible el espíritu romántico-liberador que les movía a presentarse a elecciones para realizar ese tránsito entre dictadura y democracia, hoy no lo es tanto al seguir anclados en un pasado que les impide gestionar algunas de las más crueles realidades que presenta la sociedad de hoy en día como es la Prostitución y todo lo que a ella va asociado.
La estrategia política de los últimos años ha regulado el mercado del conocimiento, nos ha hecho partícipes de cualquier crisis global, económica o bélica; crisis cuyas consecuencias, entre otras también muy graves, han provocado la emigración de muchos de nuestros jóvenes llevando en la mochila su formación académica o experiencia laboral; por no hablar de ese colchón sobre el que yacen contratos salariales draconianos o nichos de personas con poca o nula esperanza de conseguir empleo ya por edad, género, formación o por estatus migratorio.
Los partidos que dicen que son de derechas quieren salvaguardar el cuerpo de las mujeres y el ‘equilibrio’ económico entre la empresa y el asalariado. En cambio, los partidos que dicen que son de izquierdas también quieren salvaguardar el cuerpo de las mujeres, de otro modo que los anteriores, pero no logran desprenderse de esa patina pseudoreligiosa que ha nutrido durante cientos de años este país. Pero curiosamente ambas ‘ideologías’ comparten actitud frente al tema de la prostitución. Las derechas y las izquierdas son conocedoras que España a partir de la normativa promulgada por la UE en el 2013 ha incluido la prostitución, drogas y demás actividades delictivas en la contabilidad nacional. De este modo aparecen cifras abrumadoras del aporte de estas actividades al PIB español, incluso periódicamente se publican artículos comparando el PIB de la prostitución al PIB del I+D. Aún así, todos se llevan las manos a la cabeza cuando aparece una organización de ‘Trabajadoras Sexuales’, OTRAS, pidiendo sindicarse, y aunque éstas no son ilegales les impiden formalizar su estatus de personas con un ‘empleo’. No ocurre así con las empresas cuya actividad son los locales de ocio y alterne que están dadas de alta en la Seguridad Social.
¿Sindicar es la solución a esta actividad que probablemente alguna vez se habrá incorporado a ella alguna persona víctima de la trata de blancas? Con toda seguridad no es la mejor solución, pero tampoco lo es girar la cabeza y mirar hacia otro lado y recitar el tantra ‘no creemos en que la prostitución sea una actividad que proporcione empleos dignos’, mientras con el rabillo del ojo vemos como Hacienda hace caja con estas actividades ‘alegales’.
La Prostitución tiene la piel de muchos colores, ya no se nutre sólo de inmigrantes porque la crisis ha hecho que muchas españolas tengan que ejercer esta actividad para conseguir ingresos ¿Por qué? porque en este momento lo acuciante es que se salven los estómagos y porque la Prostitución tiene nombre de Mujer y Apellidos de Pobreza y Desempleo.